Cirugía del vértigo
Los cuadros vertiginosos, habitualmente, se tratan mediante fármacos y ejercicios de rehabilitación.
En casos rebeldes, puede ser preciso recurrir a métodos intervencionistas, que van desde la infiltración de medicamentos a través del tímpano, procedimiento de carácter ambulatorio, hasta intervenciones que incluyen la descompresión de saco endolinfático, la laberintectomía transmastoidea y la neurectomía vestibular.
La descompresión de saco endolinfático es un procedimiento que se practica bajo anestesia general a través de una mastoidectomía, y consiste en eliminar el estuche óseo que envuelve al saco endolinfático, entre la meninge de la fosa media, el golfo de la yugular interna y el canal semicircular posterior. Su éxito es variable y se indica en algunos casos de Menière con hipoacusia fluctuante. Su ventaja es la conservación auditiva.
La laberintectomía transmastoidea es un acto quirúrgico más agresivo que la descompresión de saco, en el que se destruyen los canales semicirculares por fresado. Después de un periodo de adaptación con inestabilidad, es muy eficaz en la desaparición de las crisis. Su inconveniente es que se produce la pérdida total e irreversible de la audición en el oído intervenido, por lo que se reserva para casos en los que el deterioro de la audición ya está muy avanzado.
La neurectomía vestibular es un procedimiento neuroquirúrgico en el que se accede al conducto auditivo interno a través de la fosa temporal, por lo que, evidentemente, hay que acceder a la fosa intracraneal. Técnicamente es el acto más complejo y con más riesgo de complicaciones severas, pero es muy eficaz sobre los vértigos y se prevé la conservación de la audición.
En cualquiera de las técnicas de tratamiento del vértigo debe quedar claro que el objetivo es la mejoría de las crisis vertiginosas, y no deben esperarse efectos positivos sobre la pérdida auditiva o los acúfenos acompañantes.